Corrió
Llegó a la combi
se deshizo de la ropa demás
subió el cerro
se cubrió de barro
se sentó en una silla junto a una mesa de madera. no había nada más.
lloró.
Pasó todo el día. Por la tarde llegó F.
-¿Cuándo vas a volver?
- Cuando me transforme en gueparda.
-¿Y si te come un gueopardo?
- Tendría que ser yo porque aquí no hay guepardos
F. respetó el silencio y la seriedad con que L. se tomaba su absurda actividad. Y se fue.
Pasó una noche. L. no volvio y llegó F en la mañana.
-¿Listo? ¿Estamos con el guebeíto?
(silencio)
-¿Ahora vas a volver?
El silencio cansó a F., y se fue. Ya las lágrimas en esos días habían despejado la tierra haciendo dos caminos desde el lagrimal hasta la pera en la cara de L. El sol ardía suficiente en ese cerro sin más que la mesa del mismo color de la tierra, del mismo color que L., del mismo color que la silla de L.
Las lágrimas del encandilamiento del sol, se mezclaron con las lágrimas de la pena, de la sensación de pandora culpable con la que cargaba. Las marcas quedaron.
F.:-¿Estamos?
L.:-Gracias seño, vamos.
jueves, 26 de julio de 2012
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